viernes, 5 de agosto de 2011

Humala: ¿quién debe definir la política educativa?

Rubén Ramos, sociólogo y educador peruano, ha publicado en el espacio lamula.pe una ventana explicativa que, a guisa de mapa, nos ilustra de forma cabal la dirección de la política educativa tanto en su marco externo (referentes internacionales) como en su marco interno. Hemos sustraído este texto porque nos ha provocado asentir sus razones en los intentos de comprensión de nuestra estructura educativa, lo que tanta falta nos hace para optimizar nuestra posición pedagógica y, consecuentemente, política.
Humala: ¿quién debe definir la política educativa?
Por Rubén Ramos
El presente artículo muestra de manera resumida y desde una perspectiva histórica, el marco dentro del cual se inscriben los procesos de generación y desarrollo de las políticas y sistemas de la educación nacional en sus diferentes niveles y modalidades.
Se trata, en primer término, de los marco-macro diseñados e impulsados por los organismos financieros internacionales (Banco Mundial, FMI, AID, BID) y aprobados por los mandatarios de todos los países del mundo que adhieren al modelo neoliberal. Debo advertir que estos marco-macro fijan, no sólo las políticas y sistemas nacionales de educación, sino también los de salud, justicia, trabajo, derechos humanos, producción, crecimiento económico y otros.
En segundo término, pasaré revista a los marcos doctrinarios dentro de los cuales se inscriben tanto las políticas como los sistemas de la educación en sus diferentes niveles y modalidades, así como al rol desempeñado por la UNESCO.  
En tercer lugar, haré una breve reflexión sobre dos de las instituciones que fungen en el Perú como las “pensantes” en materia de educación. Esto, a propósito del reciente nombramiento de la ministra de educación del gabinete Humala.
Sostengo la hipótesis de que es necesario un entendimiento menos complaciente y “provinciano” del acontecer educativo en nuestro continente y en el Perú en particular. Esta es una exigencia básica para asumir que la crisis educativa pública y su inexistente calidad y equidad, se entroncan con políticas y sistemas que se inscriben y deciden fuera de nuestra realidad, arrasando nuestra soberanía y de la mano con supuestos “gurús”, apoyados por la institucionalidad mediática.

Los marco-macro
Son, fundamentalmente:
1.         El Consenso de Washington (1990), que definió las perspectivas del desarrollo de los países deudores de América latina, el Caribe, África y Asia. Impuso los llamados Programas de Ajuste Estructural (PAE), orientados a forzar “cambios estructurales” a través de la privatización de la economía, el fin de las políticas sociales, la regulación del mercado, el pago de los intereses de la deuda externa y la inserción de las economías deudoras en el mercado internacional, como proveedoras de materias primas. 
2.         La Declaración y Objetivos del Milenio (2000) que precisó las metas fijadas en materia de “desarrollo social” por la ONU, a ser alcanzadas el año 2015, como fecha límite.
3. Los marcos doctrinarios de la “Educación Para Todos” (EPT) que impusieron, para la educación básica -en sus diferentes niveles y modalidades-, las políticas y acciones a seguir definidas en las conferencias mundiales de Jomtien en 1990 y de Dakar en el 2000. Para la educación superior, las imposiciones fueron “estructuradas” en las Conferencias de París de 1998 y del 2009, realizadas en la capital francesa.
En el caso de la educación básica, y a menos de 4 años para la “fecha límite” de cumplimiento de lo previsto en Dakar, la UNESCO, como organismo encargado de brindar la asistencia técnica requerida y de asegurar que los objetivos y las metas se cumplan, no ha podido mostrar resultado verificable alguno, en algún lugar. Fiel a su tradición de cotejar cifras y estadísticas, este organismo ha corroborado una vez más su nefasta trayectoria histórica de intermediación manipuladora de la educación y la cultura para la reproducción del orden de la inequidad y la exclusión de millones de niñas, niños y adolescentes en el mundo. Lo propio se puede decir de su papel como entidad “reguladora” de la educación superior. La crisis por la que atraviesa este nivel educativo encargado de la formación profesional, la investigación científica y la proyección social es, sin lugar a dudas, su más ruidoso y extenso logro. El más grande servicio a la irracionalidad del mercado está hoy en las universidades. Este, es el mérito del organismo burocrático más extendido en el mundo, perteneciente a la estructura institucional de la ONU.

El caso Perú
El Perú no ha sido ajeno a la impronta del “Proyecto de Educación para Todos” surgido de Jomtiem y de Dakar, de la “Educación Superior del siglo XXI”, manejados por el Banco Mundial, el FMI, la UNESCO y la OCDE.
En Jomtien” en 1990 se fijaron once objetivos orientados a lograr la satisfacción de las necesidades básicas de aprendizaje. Eran los tiempos del Consenso de Washington y la caída del muro de Berlín. El mercado internacional necesitaba de la “inclusión” de mano de obra barata con un mínimo de competencias básicas (leer, escribir, calcular).
En el 2000, tras ser evaluados los logros alcanzados y evidenciarse su fracaso, se redefinieron los principios y las políticas en función de las nuevas condiciones del mercado y de la extensión de la informática a las economías “en vías de desarrollo”. Los objetivos de Jomtien se redujeron a seis, buscando hacerlos compatibles con los Objetivos del Milenio propuestos por Koffi Annan. Así, el “Marco de acción de Dakar” fijó como requisito previo, la constitución de “foros nacionales de educación para todos” en cada país suscriptor. Estos foros recibieron el encargo de llevar a cabo “diagnósticos nacionales” sobre los seis objetivos fijados y elaborar sus respectivos “proyectos nacionales de educación para todos” con metas precisas que no podían exceder del 2015.
El plazo fijado para la constitución de los “foros nacionales” fue el año 2002, y así lo hicieron todos los países comprometidos, excepto el Perú que recién en el 2003 constituyó su “foro nacional” integrado por todas las ONGs que de una u otra manera trabajan el tema educación, las universidades públicas y privadas, las asociaciones de pueblos originarios, el ministerio de educación, de la mujer, las organizaciones sindicales del magisterio y otras. Este “foro” dio a conocer el “Proyecto nacional de educación para todos” en el año 2005.
Debe aclararse que el “Proyecto nacional de educación para todos” no es lo mismo que el “Proyecto Educativo Nacional” aprobado en el 2007 por el presidente García, tras varias consultas públicas fallidas. El “Proyecto nacional de educación para todos” es un macro proyecto que compromete el cumplimiento de las metas de Dakar al 2015 a través del financiamiento del Grupo del Banco Mundial, el BID y la USAID. El “Proyecto educativo nacional” (PEN), es la propuesta sobre educación del “Consejo Nacional de Educación” (CNE). La frondosidad de políticas, objetivos, actividades, así como su confusión teórica y metodológica, constituye el rasgo que los hace similares. Por algo vienen de los mismos “cerebros”; pues quienes integran el “Foro Nacional de educación para todos” son los mismos del CNE.  
Este organismo, surgido en el Gobierno de Transición del año 2000, agrupa a las más disímiles “personalidades” de la educación nacional y es la expresión pública de la ONG “Foro Educativo”, que controla fondos privados internacionales para sus propios fines. Los integrantes de esta ONG lo son por igual del Consejo Nacional de Educación (y también del “Foro Nacional de EPT”). De la estructura del CNE, han salido y siguen saliendo todos los ministros, viceministros y funcionarios del ministerio de educación.
Tanto Foro Educativo como el CNE son instituciones que deben su iniciativa al sacerdote Ricardo Morales (que preside actualmente el Fondo Nacional para la Educación Peruana (FONDEP). Algunos de sus integrantes son de origen judío, viejos ex-ministros y autoridades del sector educación, tecnócratas de organismos internacionales, representantes de Fé y Alegría y del Consorcio de colegios católicos del Perú, ex-dirigentes del Sindicato Único de Trabajadores de la Educación Peruana (SUTEP). La mayoría, de mediocre trayectoria durante los regímenes anteriores y posteriores a la reforma educativa del general Velasco, pero con una gran presencia en los medios de difusión escritos, radiales y televisivos, desde donde “pontifican” sobre generalidades de la problemática educativa, sin arribar a planteamiento teórico o metodológico concreto.
En este contexto, marcado por la ingerencia del BM, la intermediación de la UNESCO y el fracaso de la gestión del ex-ministro Chang y de sus viceministros (todos de la ONG Foro Educativo y del Consejo Nacional de Educación), el nuevo gobierno de Ollanta Humala ha depositado su confianza para el ministerio de educación, en una integrante de ese Foro y ex-presidenta del CNE. Méritos, a los que habría que agregar su vieja pertenencia, como estudiante y docente, de una de las universidades confesionales católicas de la orden marianista, de la ciudad de Arequipa.
Retomando, lo que alguna vez dijo la ahora ministra, respecto de que “hay que superar la visión formalista o burocrática de las políticas para verlas como un compromiso del Estado con la ciudadanía”, quisiera precisar tres consideraciones fundamentales y consustanciales para hacer de este presupuesto una realidad. Primero, deslindar con el BM y la UNESCO respecto de quién fija las políticas educativas para el país, a fin de asegurar la necesaria resistencia y construcción alternativa a la reproducción de un modelo educativo hecho para la desigualdad y la ignorancia. Segundo, deslindar con la rancia burocracia de los pontífices de la educación, sin realidad ni experticia, enquistados en la cúpula del CNE, y de Foro Educativo. Tercero, pero no por esto la menos importante, construir auténticas políticas desde los propios actores sociales implicados: los padres de familia, los maestros y los estudiantes, en cada realidad concreta.

domingo, 31 de julio de 2011

El currículo ausente. Pedagogía y problemática curricular


La Profesora Roxana del Pilar Grados Vargas, docente de la Institución Educativa Nº 216 "Manuelita Rossell de Pinillos", un centro de educación inicial en Trujillo, La Libertad, Perú; ha publicado en "Diálogos en Educación" ( http://www.dialogos-en-educacion.org/puntos-vista/el-curriculo-ausente-pedagogia-y-problematica-curricular-en-el-peru ) este interesante artículo que nos invita a analizar nuestra postura frente al fenómeno curricular con un breve ensayo acerca del problema de la inercia curricular en los diferentes estamentos de nuestro sistema educativo. En este trabajo enfatiza el protagonismo del currículo en la labor formativa y la importancia de darle vida desde nuestra posición docente, sea en el aula, en la dirección, en el cargo de responsabilidad en el sistema educativo, etc.
 El currículo ausente
Pedagogía y problemática curricular
Prof. Roxana del Pilar Grados Vargas

Quienes nos encontramos circunscritos en la acción educativa de manera efectiva en las aulas de seguro vamos a recordar las permanentes críticas al currículo. Una de ellas es la que hace alusión a su no representatividad en el contexto o, lo que es lo mismo, a su indiferencia frente a la realidad local y/o regional del docente y de la comunidad educativa.
Otra es la que implica su no funcionalidad en las diferentes realidades fundadas en la diversidad geográfica, social, educativa y cultural peruana. Las normas, directivas y demás dispositivos que regulan el currículo, pregonan que éste es flexible y diversificado, pero en los hechos es un currículo homogéneo para realidades heterogéneas.
Otro hecho, que es también una cuestión a tomar en cuenta, es la que se refiere a que sus criterios han sido formulados por los “especialistas” del Ministerio de Educación, los mismos que conocen de forma incipiente o desconocen las “realidades” donde nos encontramos.
Y, por ello, cabe preguntarnos acerca de los elementos o factores que no han permitido y que a la fecha no permiten el cumplimiento de esa mentada diversificación y flexibilización y su posicionamiento en los aprendizajes para vivir.
Consideramos cuatro factores limitantes: primero, que dentro de la política del sector educativo no se ha tomado en cuenta la seriedad que representa la formación y capacitación en materia de diversificación curricular pues los docentes y especialistas no han sabido concretar de manera visible productos curriculares validados como respuesta a las necesidades de aprendizaje. Esto, debido a un esquema errado de rendir culto a esquemas y sucesos foráneos o extranjeros antes de construir uno propio.
En segundo lugar, estamos en condiciones de señalar el hecho de que los docentes igualmente nos hemos desenvuelto con la inacción y el facilismo. No hemos podido realizar esfuerzos conjuntos, mucho menos personales, por tratar de entender la teoría curricular y consecuentemente por adecuar, diversificar o reconstruir nuestros propios currículos a nivel de centro o institución educativa de acuerdo a la realidad comunal. Hemos llegado a asumir una actitud rutinaria haciendo uso de programaciones curriculares repetidas año tras año, como si la sociedad y su problemática se encuentran estáticas o en estado de hibernación. Hemos llegado a asumir una actitud facilista (con todo tipo de justificaciones) copiando  -léase plagiando- programaciones de otros colegas y a su vez de otros colegas y comprando programaciones ya preparadas –por ejemplo, unidades didácticas ya elaboradas- de editoriales que jamás han visitado nuestra realidad y nada conocen de nuestros estilos didácticos. A esto se suma la presencia de los famosos libros de texto que nos han “facilitado” la labor de planificar pues todo ya está hecho en ellos, lo único que hay que hacer es disponer, con nuestro pequeño poder ante los padres de familia y ante los estudiantes, la página o páginas a “trabajar” en el día de “labor”.
Un tercer factor es, en el caso del planteamiento de los lineamientos de política curricular regional, la valía de los currículos regionales diversificados en la respuesta a las demandas educativas de cada sub – región, muchas veces diferentes entre ellas  en sus características geográfico-sociales-económicas-culturales. No es lo mismo considerar la diversificación curricular regional en la región La Libertad para el contexto de la provincia de Trujillo (costa) a la par que para la provincia de Santiago de Chuco (sierra) o Pataz (selva). En suma, se puede hablar de una INADECUACIÓN CURRICULAR por este motivo; más cuando cada autoridad educativa, mediante sus “especialistas” de la Unidad de Gestión Educativa Local (de jurisdicción sub-regional y/o provincial) no revisa ni propone lineamientos propios o locales de operatividad curricular (por ejemplo, en la mayoría de provincias de La Libertad no existe, a la fecha, proyectos educativos locales). Entonces, el problema se ha agudizado con la desarticulación curricular existente desde la instancia regional a la institucional.
Finalmente, el último factor se refiere a la dificultad que presentan los docentes en el entendimiento de la naturaleza de las competencias y sobre todo de las capacidades en el contexto del paradigma de desarrollo personal a partir de la construcción de los saberes fundamentales (ser, hacer, aprender, convivir).
El criterio de mediar en el desarrollo integrado de las capacidades en los estudiantes aún no es concebido de manera objetiva en los esquemas mentales y didácticos de los docentes; continúan privilegiando el contenido, tema o conocimiento (cuando éste es sólo un medio o parte de la capacidad) desatendiendo la acción, el verbo o la habilidad que le da intención formativa a las mismas. Por tanto, el hecho se transforma en una desconsideración a la capacidad como tal.
Las actividades de diversificación a nivel de centro educativo (readecuar, optimizar y darle pertinencia a las capacidades por cada área) se pierden en la selección u organización de contenidos, lo que, a la larga, desnaturaliza a las competencias, logros de aprendizaje y a los perfiles propuestos en el Diseño Curricular Nacional.
El mismo asunto se interpone en la tarea evaluativa. Al no existir una óptima comprensión de la esencia de las capacidades, no existe por lo tanto un correcto dominio de las mismas, especialmente cuando se refiere al planteamiento de los indicadores de evaluación y sus consiguientes instrumentos para valorarlos[1].
Se aprecia, en la mayoría de los docentes, dificultades para formular indicadores de logro o de evaluación con criterios técnicos y lógicos que faciliten la organización de las actividades específicas y sus respectivas estrategias. No existe, entonces, una visible articulación entre la capacidad, sus indicadores, los instrumentos evaluativos y las actividades y estrategias según procesos pedagógicos y procesos cognitivos. No existe, además, una auténtica valoración de los avances y logros en los estudiantes en un clima de evaluación eminentemente cualitativa.
Por consiguiente, es imperativo que todos los implicados en la labor educativa (autoridades, especialistas, directivos y docentes) ingresemos en un proceso de reflexión, investigación y compromiso para disipar la realidad antes descrita en el fenómeno curricular de acuerdo al rol y tarea que nos compete, en cada factor visto; pues, en cada caso, en cada profesional de la educación, existe, más que una obligación impuesta, una promesa, un juramento hecho ante lo más sagrado que se tuvo al momento de haber recibido en nuestras manos el título que nos facultó la digna tarea de formar personas. Esta labor supone darle vida al currículo actuando, como debe ser, en cada proceso curricular y dinamizando, como debe ser, cada uno de los elementos curriculares.
En pocos términos, recordemos que tenemos PALABRA DE MAESTRO y que el currículo es nuestra herramienta en la labor pedagógica.



[1] En el asunto del uso de los instrumentos, éstos son diseñados con criterios cuantitativos más que cualitativos pues los docentes tampoco han logrado entender, sobre todo en los niveles inicial y primaria, que las capacidades se construyen en procesos  heterogéneos según los propios ritmos de aprendizaje (pudiendo estar el estudiante en inicio,  en proceso o haber logrado la capacidad esperada). En este caso también se desnaturaliza a la capacidad asignándole números o notas numéricas al momento de su “valoración” o verificación luego del trabajo en el aula. Es sorprendente oír a alumnos y a padres de familia que en tal o cual capacidad se han obtenido notas de 14, 17 ó 20 y es más sorprendente aún que los docentes alienten este pensamiento estableciendo equivalentes de escala numeral vigesimal a las escalas evaluativas de carácter literal procesual.