¿CÓMO QUEREMOS QUE SEAN NUESTROS FORMADORES?
Miguel Angel Huamanjulca Hurtado
(IESPP “David Sánchez Infante”, Pacasmayo, Perú)
Muchas veces cuando nos enmarcamos en la carrera pedagógica, los jóvenes aún no hemos estado totalmente convencidos de ésta haya sido la elección correcta, la elección que llenará nuestras expectativas de vida. Una de las razones de este no convencimiento es porque, en muchos casos, nos hemos abrumado por los comentarios negativos de las personas y sobre todo de algunos de nuestros mismos profesores sobre la senda que hemos elegido: -“No hay trabajo”-, -“Se gana poco, no alcanza el sueldo”-, etc. Recuerdo que una vez, cuando estaba en la secundaria, un profesor me aconsejó: -“Miguel, no estudies para profesor”-. Y pensaba: -“Entonces, ¿para qué sigo esta profesión?, ¿es tan pobre y vacía como dicen algunos?
Sin embargo; esa duda es posible de disipar en la medida que vamos comprendiendo la verdadera labor de un profesor (y eso ocurre en la formación inicial que llevamos, con las experiencias que nuestros profesores comparten con nosotros) que no es sólo desempeñar una profesión sino que tiene que ver una tarea, tal vez la más noble: Educar para mejorar la sociedad. Una sociedad con valores y capacidades para gestar su cambio y desarrollo.
Ante esto surge la pregunta: ¿CÓMO TIENEN QUE SER LOS PROFESORES QUE NOS AYUDEN A COMPRENDER TAL MISIÓN?
Los seres humanos generalmente aprendemos de manera más significativa con el ejemplo de quienes tienen la intención de educarnos y no sólo con simples palabras, palabras ideales que no se hacen visibles en quienes las dicen. En ese sentido, los que estudiamos para maestros obviamente demandamos del ejemplo y de la calidad de nuestros formadores.
¿Y CÓMO SON ELLOS PROFESIONALMENTE?
Generalizar es siempre equivocarse. Existen profesores muy buenos y otros no casi; profesores con capacidades para manejar sabiamente la didáctica y otros que tienen dificultades para llegar a sus alumnos; profesores que buscan la superación diaria y otros que se quedan conforme están. Así, para que seamos buenos profesores necesitamos de buenos formadores que lleven como principios de vida la justicia, la equidad y la honradez; firmes en sus convicciones, mostrando seguridad en sus actos, con valores éticos y morales que sean como una enfermedad contagiosa a quienes les rodean. Estrictos y amables, informados y al día en las últimas tecnologías educativas, que incidan en la investigación y que nos hagan investigadores; que sancionen cuando sea justo y necesario sancionar y que recompensen cuando sea meritorio hacerlo; que fomenten un buen clima institucional aportando todo de sí para el bienestar del colectivo por el simple placer de hacer las cosas bien y para bien; que en su ejercer profesional fomenten en sus alumnos la crítica y la reflexión sobre la realidad educativa, política, económica y social.
En fin, demandas nuestras pueden haber muchas más. Cuando nuestros formadores no actúan como lo antes mencionado deforman profesores y promoviendo mediocridad y hasta ineptitud para competir, por ejemplo, en la carrera pública magisterial.
Precisamente, sin generalizar, conviene plantearse que para la mediocridad y la ineptitud, ¿ES ACASO TODA LA CULPA DE NUESTROS PROFESORES?
Por supuesto que no. Creo que aproximadamente el 50% depende de nosotros, de nuestras acciones y de cómo asumimos la carrera. ¿Qué hago yo para reforzar lo que estoy aprendiendo?, ¿soy honesto con mi labor como estudiante?, ¿busco la reflexión o simplemente el mero copiado?, ¿veo las tareas como una carga o una oportunidad para aprender?, ¿reniego cuando mis profesores son estrictos?, ¿busco el favoritismo de mis profesores para salir bien?, ¿soy realmente justo? (muchas veces reclamamos algo cuando nos afecta un interés específico alegando: “eso es injusto”, pero cuando estamos beneficiados nos quedamos callados aunque eso sea injusto para los demás), ¿investigo metodologías didácticas para practicarlas en mis prácticas o sólo hago lo que mis profesores me dicen y enseñan?, ¿mis prácticas pre-profesionales son para mí la oportunidad para acercarme a la realidad del trabajo en aulas o un período que obligado tengo que pasarlo porque eso demanda mi formación para ser profesor?, ¿los exámenes son para mí la oportunidad para comprobar mis aprendizajes o para sacarme 20 aunque sea copiando?, etc.
Considero que lo que debe haber de nosotros los estudiantes es COMPROMISO. Eso sumado al que tengamos buenos profesores nos convertirá en buenos alumnos y posteriormente en buenos profesionales, competentes para hacer frente a las diferentes realidades educativas en las que tengamos que actuar.
Para concluir, las constantes evaluaciones a la docencia promovidas por el Ministerio de Educación y por las oportunidades de acreditación académica, si son transparentes, nos aseguran cada día mejores profesores y nos instan a prepararnos y a poner todo de nuestra parte para estar en condiciones de hacer carrera en el magisterio para transformar y actuar en bien de la comunidad peruana.