sábado, 7 de agosto de 2010

¿CÓMO QUEREMOS QUE SEAN NUESTROS FORMADORES? HABLAN LOS ESTUDIANTES DE FORMACIÓN DOCENTE: Miguel Angel Huamanjulca Hurtado

El futuro profesor Miguel Angel, compañero de Karen Heras, quien compartió con nosotros un artículo acerca de la demanda que nos hacen los jóvenes que se forman para ser maestros, se suma a este blog con un escrito también interesante y que nos provoca replantearnos interrogantes cruciales al respecto de lo que decimos y lo que hacemos. Miguel Angel es también un candidato a ser una lumbrera en la carrera magisterial de esta parte del Perú.


¿CÓMO QUEREMOS QUE SEAN NUESTROS FORMADORES?

Miguel Angel Huamanjulca Hurtado
 (IESPP “David Sánchez Infante”, Pacasmayo, Perú)

Muchas veces cuando nos enmarcamos en la carrera pedagógica, los jóvenes aún no hemos estado totalmente convencidos de ésta haya sido la elección correcta, la elección que llenará nuestras expectativas de vida. Una de las razones de este no convencimiento es porque, en muchos casos, nos hemos abrumado por los comentarios negativos de las personas y sobre todo de algunos de nuestros mismos profesores sobre la senda que hemos elegido: -“No hay trabajo”-, -“Se gana poco, no alcanza el sueldo”-, etc. Recuerdo que una vez, cuando estaba en la secundaria, un profesor me aconsejó:  -“Miguel, no estudies para profesor”-. Y pensaba: -“Entonces, ¿para qué sigo esta profesión?, ¿es tan pobre y vacía como dicen algunos?
Sin embargo; esa duda es posible de disipar en la medida que vamos comprendiendo la verdadera labor de un profesor (y eso ocurre en la formación inicial que llevamos, con las experiencias que nuestros profesores  comparten con nosotros) que no es sólo desempeñar una profesión sino que tiene que ver una tarea, tal vez la más noble: Educar para mejorar la sociedad. Una sociedad con valores y capacidades para gestar su cambio y desarrollo.
Ante esto  surge la pregunta: ¿CÓMO TIENEN QUE SER LOS PROFESORES QUE NOS AYUDEN A COMPRENDER TAL MISIÓN?
Los seres humanos generalmente aprendemos de manera más significativa con el ejemplo de quienes tienen la intención de educarnos y no sólo con simples palabras, palabras ideales que no se hacen visibles en quienes las dicen. En ese sentido, los que estudiamos para maestros obviamente demandamos del ejemplo y de la calidad de nuestros formadores.
¿Y CÓMO SON ELLOS PROFESIONALMENTE?
Generalizar es siempre equivocarse. Existen profesores muy buenos y otros no casi; profesores con capacidades para manejar sabiamente la didáctica y otros que tienen dificultades para llegar a sus alumnos; profesores que buscan la superación diaria y otros que se quedan conforme están. Así, para que seamos buenos profesores necesitamos de buenos formadores que lleven como principios de vida la justicia, la equidad y la honradez; firmes en sus convicciones, mostrando seguridad en sus actos, con valores éticos y morales que sean como una enfermedad contagiosa a quienes les rodean. Estrictos y amables, informados y al día en las últimas tecnologías educativas, que incidan en la investigación y que nos hagan investigadores; que sancionen cuando sea justo y necesario sancionar y que recompensen cuando sea meritorio hacerlo; que fomenten un buen clima institucional aportando todo de sí para el bienestar del colectivo por el simple placer de hacer las cosas bien y para bien; que en su ejercer profesional fomenten en sus alumnos la crítica y la reflexión sobre la realidad educativa, política, económica y social.
En fin, demandas nuestras pueden haber muchas más. Cuando nuestros formadores no actúan como lo antes mencionado deforman profesores y promoviendo mediocridad y hasta ineptitud para competir, por ejemplo, en la carrera pública magisterial.
Precisamente, sin generalizar, conviene plantearse que para la mediocridad y la ineptitud, ¿ES ACASO TODA LA CULPA DE NUESTROS PROFESORES?
Por supuesto que no. Creo que aproximadamente el 50% depende de nosotros, de nuestras acciones y de cómo asumimos la carrera. ¿Qué hago yo para reforzar lo que estoy aprendiendo?, ¿soy honesto con mi labor como estudiante?, ¿busco la reflexión o simplemente el mero copiado?,  ¿veo las tareas como una carga o una oportunidad para aprender?, ¿reniego cuando mis profesores son estrictos?, ¿busco el favoritismo de mis profesores para salir bien?, ¿soy realmente justo? (muchas veces reclamamos algo cuando nos afecta un interés específico alegando: “eso es injusto”, pero cuando estamos beneficiados nos quedamos callados aunque eso sea injusto para los demás), ¿investigo metodologías didácticas para practicarlas en mis prácticas o sólo hago lo que mis profesores me dicen y enseñan?, ¿mis prácticas pre-profesionales son para mí la oportunidad para acercarme a la realidad del trabajo en aulas o un período que obligado tengo que pasarlo porque eso demanda mi formación para ser profesor?, ¿los exámenes son para mí la oportunidad para comprobar mis aprendizajes o para sacarme 20 aunque sea copiando?, etc.
Considero que lo que debe haber de nosotros los estudiantes es COMPROMISO. Eso sumado al que tengamos  buenos profesores nos convertirá en buenos alumnos y posteriormente en buenos profesionales, competentes para hacer frente a las diferentes realidades educativas en las que tengamos que actuar.
Para concluir, las constantes evaluaciones a la docencia promovidas por el Ministerio de Educación y por las oportunidades de acreditación académica, si son transparentes, nos aseguran cada día mejores profesores y nos instan a prepararnos y a poner todo de nuestra parte para estar en condiciones de hacer carrera en el magisterio para transformar y actuar en bien de la comunidad peruana.

viernes, 6 de agosto de 2010

CÓMO QUEREMOS QUE SEAN NUESTROS FORMADORES. HABLAN LOS ESTUDIANTES DE FORMACIÓN DOCENTE: Karen Heras Escalante, Pacasmayo, Perú.

En el Instituto de Educación Superior Pedagógico Público "David Sánchez Infante" de Pacasmayo, La Libertad -costa norte del Perú- Karen Madeleine HERAS ESCALANTE está culminando su formación pedagógica y, en el camino, ha demostrado una vocación envidiable por el magisterio. Ello se manifiesta en el ejemplo de preocupación, con alegría, por una pertinente formación profesional desde ella misma y desde quienes la acompañan. El ser madre de una linda niña es por cierto su motivación y el querer ser una buena maestra de educación primaria es su compromiso. La futura colega Karen comparte con nosotros un llamado de atención y lo hace con honestidad, lo que nos compromete a reflexionar y evaluar nuestra "performance" ante la continua mirada que tenemos día a día de jóvenes como ella, nuevos docentes, de seguro buenos docentes, que han de tomar la posta en un tiempo muy cercano en la ruta que venimos andando.
Es oportuno entonces hacer caso a la visión que Karen nos propone para orientar nuestros pasos en el andar que vivimos. 


CÓMO QUEREMOS QUE SEAN NUESTROS FORMADORES
                                                                                                                Por Karen Heras Escalante


“Los docentes ocupan un lugar insustituible en la transformación de la educación, en el cambio de prácticas pedagógicas al interior del aula, en el uso de los recursos didácticos y tecnológicos, en la obtención de aprendizajes de calidad relevantes para la vida y en la formación de valores de los educandos”.
Esta es la visión ideal del docente que se manifestó en la Conferencia de Educación para Todos en las Américas – Santo Domingo 2000.
Actualmente pasamos por una crisis respecto a la calidad educativa en general, crisis en la que también está sumergida la problemática de los docentes que presentan bajos niveles de calidad en su formación académica y humana. Gran parte de nuestros docentes no tiene una buena formación académica o, si la tuvieron en su momento, no hacen nada por mejorarla y adecuarla al mundo actual; a esto se suma la deshonestidad académica, el egocentrismo y la falta de ética profesional.
En la ardua tarea de nuestra formación docente encontramos diversos modelos de formadores como los tradicionales, los conductuales, los sociocríticos… en fin, todos buscando formar educadores capaces de transformar nuevas generaciones; pero en el intento, algunos alcanzan el éxito y otros fracasan.
En la formación de nuevos docentes no basta enseñar el aspecto científico, sino también los aspectos pedagógicos, didácticos y sobre todo humanos; no solamente es primordial el aprender a conocer (conocimientos científicos), sino también aprender a hacer (creatividad e innovación), aprender a convivir (valores y empatía) y aprender a ser (autonomía). Si todos estos aspectos fueran dados en forma integral, se lograría formar una nueva generación de docentes capaces de desenvolverse con eficacia, transparencia y pertinencia en la práctica educativa.
El formador de formadores que deseamos tener es aquel que logre fomentar en sus alumnos el anhelo, la preocupación, la curiosidad, la creatividad, las ganas de enfrentar nuevos retos, la competencia positiva, el estilo propio, la ética y el desarrollo del pensamiento crítico; teniendo siempre en cuenta que de ellos depende el futuro de las nuevas generaciones.
Queremos que nuestros formadores sean creativos, innovadores, críticos, reflexivos e investigadores en continua formación; que planifiquen lo que van a enseñar y no se sumen al grupo de improvisadores que se burlan de la labor educativa. Formadores que demuestren dinamismo en la ejecución del proceso enseñanza - aprendizaje, que transmitan su amor y vocación por lo que realizan.
Necesitamos formadores auténticos, capaces de expresar sus emociones, dudas y deseos; de identificar sus aciertos y errores, reconociendo que no todo lo saben o lo pueden, respetando los distintos ritmos de aprendizaje de cada alumno sin recriminar sus errores; sino más bien que los tomen como puntos de partida para mejorar el aprendizaje.
La formación de docentes debe estar cimentada en la democracia excluyendo toda forma de autoritarismo, desigualdad e intolerancia; que demuestre el respeto, la crítica constructiva y la confianza. Para ello, el protagonista clave para alcanzar este ideal es precisamente el docente formador, ya que las actitudes, capacidades, habilidades y competencias que él demuestre y enseñe servirán de ejemplo para aquellos que están formando su aporte en la tarea de educar.
Formando buenos docentes se logrará personas integras, capaces de enfrentar los retos del futuro, de convivir armónicamente y de transformar la sociedad.